Zapotlán

 

Zapotlan

Por: Luis Sandoval Godoy


ESTÁN POR CULMINAR las festividades de Zapotlán, en honor de Señor San José. Mañana la gran función, los carros alegóricos, los repiques, la música, los cohetes, y la piedad de un pueblo que guarda en el corazón sus amores, sus tradiciones, los acentos de su sensibilidad.

Hay que decirlo, porque Zapotlán tiene quién sabe qué definición fuera de lo común, que da a la ciudad un señorío de grandeza.

Por esta definición va a las cosas delicadas y bellas; la poesía, la música, el canto, las inquietudes nobles que se mueven arriba de satisfactores ordinarios.

Con ello habría que hacer memoria de hombres que ha dado Zapotlán y decir que por ellos recobrará su nombre de Zapotlán el Grande, con nombres como el de los Padres Arreola; don Severo Díaz y el escenario aquí de sus primeras investigaciones siderales; José Clemente Orozco y sus pinceles encendidos en fuegos volcánicos; José Rolón y la ternura de sus composiciones para piano; Consuelo Velázquez, y su canción por el mundo haciendo suspirar a los enamorados; Juan José Arreola, y los relieves de su obra literaria, con títulos como La Feria, que contiene tal vez el mejor dibujo de las tradiciones provincianas de México; con Guillermo Jiménez y la exquisita diafanidad de la prosa con que pinta cosas y gentes de Zapotlán.


         Templo parroquial del Santuario de Ntra. Sra. de Guadalupe


Nadie tiene más derecho de hablar de un pueblo que quienes en él nacieron y de él nutrieron su emoción artística.

Aquí, por ello párrafos espigados de Guillermo Jiménez, en estampas, momentos, gentes, la historia de Zapotlán.

«Las estrellas, en Zapotlán, parece que están muy bajas; tanto que en las noches serenas, subiendo a la cumbre de la montaña, se diría que es posible cogerlas con las manos.

«En las orillas de Zapotlán había muchos portones por donde entraban grandes carretas cargadas de mazorcas y de calabazas en tiempo de cosechas…



                Catedral de Ciudad Guzmán, Jalisco

«En un gran silencio, veo a Fray Juan de Padilla, franciscano, que allá por el año de 1532 funda en la Provincia de Ávalos la primera capilla de mi pueblo. Fray Juan de Padilla ha de haber contemplado desde la montaña el valle espléndido. La atmósfera tremante de luz envolvió, sin duda, en un halo su cuerpo enteco y sin peso. Sus manos sin sangre, pálidas de sufrimiento, han de haber señalado en santo ademán de alabanza las montañas de raso.

«Un perfume de beatitud emanaría de la pobreza del sayal, perfume que difundió cual una bendición sobre las tierras gruesas, morenas, bañadas de lluvia; perfume sutil, vuelto gasa como la niebla que al amanecer brota de los ríos que ha de haberse enredado en los zapotes y en los granados y en las clavellinas, subiendo como una plegaria hasta los hielos de las cumbres y metiéndose en la grietas de la tierra hasta llegar a perfumar las aguas subterráneas y ciegas…”


       Guillermo Jiménez

Con el nombre de sus gentes destacadas en el ámbito de la cultura nacional, tiene también Zapotlán un desarrollo económico entre los primeros de Jalisco. Su ciudad es moderna y dispone de todos los servicios. Sus iglesias, sus edificios, pueden compararse entre los más valiosos arquitectónicamente.

Todo eso tiene el Zapotlán de hoy, en el esplendor de este valle fertilísimo que se ampara bajo el perfil augusto del Volcán de Nieve.

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